* El profesor emérito de la UNAM abordó el tema de la ética y la muerte, al finalizar ciclo de conferencias ARS Médica Mexicana Para concluir con el curso de conferencias ARS Médica Mexicana que impartió el profesor emérito de la UNAM, Ruy Pérez Tamayo en la Universidad de Colima, el académico dictó la conferencia “La ética y la muerte”, ante una auditorio lleno de estudiantes, profesores e investigadores de la Facultad de Medicina. Dio inicio a su disertación aclarando que abordaría a la muerte desde una perspectiva general en el marco de la ética médica, mediante una exposición que constaría de dos partes: una referente a la ética médica laica y otra definición legal y médica de la muerte, entre las que se incluyen “el suicidio asistido y la eutanasia”. Por ética médica laica, dijo, se entienden los principios morales y las reglas de comportamiento que controlan y regulan las acciones de los médicos cuando actúan como tales, derivados únicamente de los objetivos de la medicina, sin participación o influencia de otros elementos no relacionados con esos objetivos. Comentó que un código de ética médica laica basado en la naturaleza de la Medicina consta de cuatro principios o reglas de comportamiento, que el médico debe observar para que su actuación profesional pueda considerarse como ética: primero, el médico tiene la obligación de mantenerse al día en los conocimientos y las habilidades técnicas de su especialidad, con objeto de ofrecerle a su paciente la mejor atención posible en cada momento. Segundo, para que la relación médico-paciente sea óptima, el doctor debe instruir a su enfermo, a sus familiares y a sus amigos, sobre todos los detalles de su padecimiento, de sus causas, de sus síntomas, de su tratamiento y sus resultados del pronóstico; debe instruirlos una y otra vez, tantas como sea necesario para sembrar y reforzar la confianza del paciente. Tercero, la investigación es una de las obligaciones éticas del médico, por lo que debe contribuir a aumentar el conocimiento científico en que se basa su propia práctica profesional y la de sus colegas. Por último, el profesional de la salud debe tener siempre presente que el enfermo acude a solicitarle ayuda para que lo cure o lo alivie de su padecimiento, lo que es algo distinto de su enfermedad, aunque el primer término incluye al segundo. La segunda parte de la conferencia sobre la definición legal y médica de la muerte, Pérez Tamayo comentó que durante muchos años el concepto médico de muerte era el mismo que el del público en general, o sea, la suspensión permanente de las funciones cardiorrespiratorias; no obstante, “el miedo a ser enterrado vivo hizo que en el pasado el lapso considerado prudente para afirmar la irreversibilidad del proceso se prolongara hasta 72 o más horas, antes de certificar la muerte”, dijo. Sin embargo, indicó que a partir de la década de los años 50 los avances en terapia intensiva permitieron mantener las funciones cardiaca y respiratoria durante tiempos prácticamente indefinidos en pacientes que obviamente ya estaban muertos. Manifestó que el progreso en el uso clínico de trasplantes de órganos y tejidos para el tratamiento de distintas enfermedades graves renales, hepáticas, cardiacas y de otros órganos (cuyos resultados son mejores si se usan órganos obtenidos de sujeto recién fallecidos), aumentó la presión para reconsiderar el diagnóstico de muerte. Indicó que el personal de salud que trabaja en Unidades de Terapia Intensiva se enfrenta a dos tipos de casos: el enfermo consciente en estado terminal de un padecimiento que no tiene remedio posible, que rechaza cualquier tipo de tratamiento porque prefiere morirse a seguir sufriendo; y el enfermo en las mismas condiciones pero inconsciente, acompañado por familiares cercanos que conocen sus deseos de terminar con su existencia. Hay otros casos en los que la voluntad del paciente terminal se desconoce y los familiares cercanos no se ponen de acuerdo sobre ella: “Quién decide si se instalan o no medidas terapéuticas de emergencia para prologarle la vida, es el médico”, dijo. Desde el punto de vista de la ética médica, señaló que los pronunciamientos en contra de la eutanasia en el medio médico son los más comunes. “En mi opinión, el médico no está siempre comprometido éticamente a conservar la vida, cualquiera que ésta sea, si no sólo aquella que el paciente considere tolerable por sus sufrimientos y digna para su persona; la obligación ética del médico es evitar las muertes prematuras e innecesarias, pero no las deseables y benéficas”, comentó. Considerando los objetivos de la Medicina, Pérez Tamayo comentó que el dilema ético médico planteado entre el suicidio asistido y la eutanasia, por un lado; y su rechazo, por el otro (en casos que cumplen con las características de irreversibilidad y de solicitud consciente y reiterada de terminar la vida, sea por sufrimientos insoportables o por la anticipación de una muerte indigna precedida por la destrucción progresiva del individuo), en su opinión debe resolverse a favor del suicidio asistido y la eutanasia. “De esa manera se cumple con la función de apoyar y consolar al paciente, ya que no se les puede ni curar ni aliviar”, finalizó. |