Mucho se ha apostado a la política educativa, a nuevas estrategias, nuevas alternativas que nos permitan elevar el nivel académico de nuestros estudiantes, debatiéndose en grandes discursos que exponen las causas –o posibles causas- del desempeño escolar alcanzado en los últimos tiempos. Y aunque sin duda alguna, la idea central es encontrar la solución a la superación de dichas causantes, no es de nuestro desconocimiento que la mayoría de esas oportunidades se quedan en el papel, en el argumento expuesto y aunque están dirigidas con las mejores intenciones, no alcanzan a delegarse al aula, a la acción que en ella se suscita. Las intenciones, repito, son buenas, pero qué sucede con esos alcances, porqué las soluciones no logran adaptarse a lo que verdaderamente requiere el profesor en su actuar cotidiano, en dónde se queda esa nueva estrategia que no logra finalmente su función: la superación del nivel académico de nuestros estudiantes y de la labor del mismo profesor. Anteriormente mencionaba que en los discursos se exponen las causas del porqué no se logran superar los estándares, porqué el nivel académico es reprobatorio aún en las asignaturas elementales; y es ahí donde decido hacer una pausa, en valorar si en realidad estamos luchando contra una causa fallida o errónea, o mejor nos detenemos un poco y las manejamos de forma mesurada como posibles causas. La idea es entonces retroceder más allá del discurso, enfocándonos al estudio minucioso que nos lleva a conocer las razones de esta problemática; cómo surgen las ideas, con base a qué se realizan los discursos, qué consideramos al momento de analizarlos, realizarlos y debatirlos; por lo menos deberá ser un proceso en el cual el profesor esté estrechamente ligado, y es ahí en donde entra la etnografía como una respuesta a este andar, como un acercamiento a la acción en el aula. Woods (1998) menciona que existe una gran vertiente entre la actividad docente y la investigación educativa, la cual se ha mantenido alejada de la práctica de los profesionales de la educación y de los asuntos que en la escuela ocurren, empero para soslayar lo anterior, es imprescindible que en la labor de investigación que se realiza en pro de la educación se mantenga una estrecha colaboración entre el investigador y el docente, con la finalidad de acercarnos al contexto real en donde sucede la acción educativa y para tal fin la etnografía se presenta como una directriz viable ante esta situación. Es importante claro, interesarnos en crear y proponer nuevas teorías, pero es aún más importante que dichas teorías sean aplicables al quehacer educativo, al contexto real del aula. Así pues, entendiendo a la etnografía como una metodología de la investigación cualitativa, nos permite la recolección de información en un contexto real, mediante una descripción detallada de sus elementos, con el fin de obtener una comprensión amplia del entorno en la práctica educativa, brindándonos la posibilidad de entender lo que sucede en ella, sus actores y sus acciones. Lo cual permitirá que el discurso educativo actual sea más amplio y objetivo ante situaciones reales. Es importante pues, que los docentes nos demos a la tarea de realizar investigación dentro de la vasta gama de actividades que nuestra labor conlleva, ya que eso nos permitirá vincular aún más y de manera más efectiva la teoría con la práctica, es el momento oportuno para cerrar esas brechas existentes que dejan ajenos los discursos de la labor cotidiana. Bibliografía • Woods, Peter (1998). Investigar el arte de la enseñanza. El uso de la etnografía en la educación. Paidós. España • Woods, Peter (1998). La escuela por dentro. La etnografía en la investigación educativa. Paidós. España • Goetz, J.P. y LeCompte, M.D. (1988). Etnografía y diseño cualitativo en investigación educativa. Morata. España.
|