* Desde que tenía tres años estudia música; los reconocimientos comenzaron a lloverle desde los siete. Desde hace poco está estrenando edad: el 14 de junio cumplió diez años y, como pianista, tiene un futuro promisorio a la vista.

Tiene clavadas en el fondo de la cabeza las obras de Chopin, Schubert y Mozart: las memoriza y las interpreta como una grande…aunque apenas tiene diez años de edad. Daniela Liebman desplaza los dedos por el piano: una mano atina una poderosa nota, mientras la otra busca otra tecla que golpear: sus dedos no titubean. Ella es un orgullo universitario: estudia piano en la Escuela de Música del Instituto Universitario de Bellas Artes (IUBA) bajo la tutela del maestro Anatoly Zatin; su talento le ha permitido ganar certámenes a nivel internacional.

Desde que tenía tres años estudia música. La culpa –si tenemos esa manía de buscar culpables-- es de su papá quien, primero, le regaló un violín…el instrumento pasó casi desapercibido para Daniela; su papá, violinista de profesión, hizo otro intento por inculcarle a su hija el amor por la música y un día llegó a casa con un nuevo regalo: un pequeño piano que Daniela comenzó a tocar y estudiar; desde entonces los sonidos que desprende ese instrumento se han convertido en su propia voz.

A Daniela le faltan muchas emociones por experimentar, aunque la música le ha permitido acceder a estados de ánimo hilarantes: se le inflama el pecho cuando toca a Impromtus, de Chopin (una de las obras que más disfruta interpretar, por cierto), el corazón le da un vuelco y luego la inunda un gran sentimiento de paz…todas esas transiciones se dan ahí mientras permanece sentada en su banco negro, atinando alguna nota –do, re, mi, sol, fa…-- de su imponente instrumento musical.

Actualmente Daniela Liebman estudia el Concierto No. 2 Opus 102 de Shostakovich: tiene que observar continuamente las partituras: lee rápidamente los signos musicales y los traduce en sonido. Esa habilidad de leer la música no ha sido gratuita: desde los tres años, y hasta la fecha, ha tomado clases de solfeo con maestros en Guadalajara, donde actualmente vive, y en Colima.

Sus esfuerzos han rendido frutos no sólo porque haya ganado reconocimientos a nivel nacional e internacional, haya compartido escenario con la Orquesta Filarmónica de Jalisco o haya sido invitada a ofrecer conciertos en el extranjero. No, eso es importante pero no tanto como el amor genuino que siente por la música clásica: “Pasas la mayor parte de tu vida siendo un adulto, por eso no me importa tanto hacer algunos sacrificios a esta edad con tal de tener una vida adulta increíble”, subrayó mientras ensayaba en el salón 105 de la Escuela de Música del IUBA.

Su vida dejará de ser como solía ser hace poco. A Daniela –como ella, sus familiares y maestros esperan—se le avizora un futuro de concertista internacional; eso la obligará a cambiar algunos estilos de vida. A partir de este ciclo escolar, por ejemplo, dejará de asistir a la escuela presencial para comenzar a recibir clases particulares en su domicilio: “Voy a entrar a un programa de home school para tener un mayor aprovechamiento escolar; voy a aprender las mismas cosas en menos tiempo” subrayó Daniela, quien domina a la perfección dos idiomas: español e inglés (su padre es de origen canadiense).

Cada vez que se pone al piano tiene un reto: equilibrar la concentración y la emoción. Y ahí va caminando con paso certero por ese camino donde la razón y los sentimientos deben estar perfectamente proporcionados.

En junio pasado, tras superar algunas pruebas, dos niñas mexicanas –Daniela Liebman (10 años) y Dana Rodríguez (12 años) fueron invitadas a ofrecer un concierto colectivo en O2 World en Berlín, Alemania; ahí celebraron ¡y a lo grande! el cumpleaños de uno de los pianistas contemporáneos más importantes del mundo: Lang Lang.

Muchos triunfos, viajes y conciertos –si el destino no hace sus tretas—le esperan a Daniela Liebman, una virtuosa pianista que se ha convertido en orgullo universitario.