Algunas veces hablo sola, sobre todo cuando no hay nadie a mí alrededor. ¿Será que el impulso de hablar con alguien es una necesidad natural del ser humano? ¿O solo es una sensación pasajera derivada de la idea oficial promovida de ser animales gregarios? En cualquier caso, a veces me siento sola e incomprendida, con ganas de que alguien me escuche.

¿Por qué no soy como esas personas groseras que al mínimo saludo, te acaparan para contarte su vida o sus problemas? Esas que después de media hora de estar escuchando, se despiden diciendo “me gustó mucho hablar contigo”. ¿Si entenderán que para que se llame conversación la comunicación entre dos humanos, tiene que haber dos diálogos? De cualquier forma, ya se está convirtiendo en rutinario descubrir que a la mayoría de las personas con las que hablo, no les interesa en lo más mínimo, los temas que a mí me emocionan.

Y es que, a veces, es tan deprimente darse cuenta del nivel de incongruencia alrededor, las personas dicen que aman el cine, y ni siquiera pueden recordar la película más reciente que les gustó, dicen que les encantan los libros pero que no tienen tiempo de leerlos, dicen que les gusta el arte pero no pueden nombrar a tres artistas universales, dicen que les gusta la buena música y, con esta me matan, me presumen de ir a conciertos de música de banda.

Siendo así, creo que ya no voy a renegar de mi situación de bicho raro puesto en el centro de cualquier sala.