03 de octubre de 2014 21:39:00 horas
*José Hernández dictó conferencia a estudiantes de la Universidad de Colima, donde narró la larga trayectoria que emprendió desde los campos de cosecha de pepino (sus padres son migrante michoacanos) hasta el espacio exterior, donde se percató de que las fronteras entre los países son una invención de la mente humana.
“A los diez años sabía que quería ser astronauta, pero la veía difícil porque éramos una familia de migrantes campesinos en Estados Unidos; además, pensé que mis papás me iban a decir que no. Sin embargo, fueron ellos quienes me impulsaron a seguir mis sueños”, dijo José Hernández al dictar la conferencia: “Alcanzando las estrellas. Experiencia de vida”, la mañana del viernes en el Teatro Universitario.
Tras haber sido rechazado once veces por la NASA, el mexicano-norteamericano José Hernández aprendió que tenía que hacer algo para sobresalir entre los demás y ser aceptado.
“En ese proceso descubrí que hay tres etapas para lograr una meta. Las dos primeras son cumplir con los requisitos mínimos, como haber estudiado. La segunda: estudiar y aprender de las cualidades de las personas exitosas; contestarme ¿qué me hace falta?, ¿qué tienen ellos que yo no?”, compartió.
Entonces estudió a quienes habían sido aceptados y descubrió que eran pilotos y buzos, así que no dudó en tomar cursos para dejarle claro a la NASA que él tenía las mismas cualidades que el resto. Sin embargo, fue rechazado nuevamente. Así, entendió que debería hacer algo que lo distinguiera de los demás, ésa fue la tercera etapa que lo llevó a ser el ingeniero de vuelo en la misión espacial STS-128.
“Doce años después de haber mandado mi solicitud, por fin me aceptaron. Eso es perseverancia. Le digo a los jóvenes que en las cosas que van a intentar algunas veces fallarán, pero está bien, aprende uno de las fallas; uno se sacude, se para y lo intenta otra vez”, compartió el astronauta.
La experiencia que tuvo Hernández de ver al mundo desde el espacio es única. Pero no lo hubiera logrado, dijo, sin el apoyo de su familia. Recuerda que sus padres y dos de sus hermanos nacieron en Ticuitaco, de la Piedad, Michoacán. “Uno no decide dónde nacer; a mí y a mi hermano nos tocó en Estados Unidos. Yo nací en agosto y mi hermano en septiembre. La razón: es tiempo de cosecha y mis padres eran unos típicos migrantes de Michoacán”.
De lunes a viernes, los cuatro hijos de la familia Hernández asistían a la escuela y los fines de semana les tocaba trabajar en el campo, también los días de vacaciones. A pesar de que sus padres sólo habían cursado hasta el tercer grado de primaria, le daban mucha importancia a la educación, pues la entendían muy bien y sabían que era lo mejor para sus hijos.
“Un día –relató–, después de trabajar todo el día en un campo de pepinos, lodoso, de regreso en el auto, mi papá nos preguntó que cómo nos sentíamos. Yo era el más chiquito y el más rezongón. Contesté que cansados, que cómo quería que nos sintiéramos si estábamos en el campo. Nos miró fijamente y dijo que eso era bueno porque estábamos aprendiendo a vivir el futuro, que él no nos iba a forzar a ir a la escuela ni mucho menos a tener buenas calificaciones, pero que si no estudiábamos eso nos esperaba más adelante”.
El ingeniero de la NASA dijo que tenía muy claro que era un hijo de campesinos migrantes, pero nunca dudó en superarse porque sus padres nunca lo limitaron. Cuando tenía diez años vio por televisión la narración de la misión Apolo 11, entonces supo que quería ser astronauta. Le dijo su deseo de ser astronauta a su padre, quien pensó que lo regañaría, que le diría que por su condición de campesinos no lo lograría; sin embargo, la respuesta fue diferente.
“Yo creo que sí puedes lograrlo, pero tienes que seguir una receta muy simple de cinco ingredientes. En ese momento me convertí en una esponja seca, listo para absorber. Primero: define lo que quieres ser. Segundo: reconoce qué tan lejos estás de la meta. Tercero: crea una ruta desde donde estás hacia dónde quieres llegar. Cuarto: consigue una buena educación. Y quinto: esfuérzate lo mismo que cuando pizcas pepino”, recordó el exitoso astronauta de origen michoacano.
“Eso fue lo que me llevó a ser astronauta, una receta que no fue nada fácil y que completé con las tres etapas que descubrí en el camino, cuando la NASA me rechazó”, agregó.
Con respecto a sus impresiones durante su estancia en el espacio, le sorprendió no ver fronteras entre los países: “Tuve que salir fuera del mundo para llegar a la conclusión de que somos uno allá arriba, de que las fronteras son creadas por el humano para dividirnos, pero viéndolo desde arriba somos uno”. En su viaje a la estación espacial dio 217 vueltas al mundo en catorce días, dijo, cada una de 90 minutos. Participó en la Misión Discovery STS-128 del año 2009 como ingeniero de vuelo.
José Hernández mantuvo cautivo al auditorio por más de una hora, atento a lo que iba diciendo, en un lenguaje sencillo, comprensible, y con un excelente sentido del humor. La gente, al final, formó una larga fila, de más de 40 minutos, para tomarse una foto con él, quien estuvo enfundado en su traje azul de astronauta, y para pedirle un autógrafo.