Durante días he reflexionado sobre el honor del que se puede disfrutar gracias a la paternidad consciente. Desde mi mirada de mujer, madre e hija, percibo el entorno, los usos, hábitos y costumbres y me percato de que quizás la paternidad, como la entendemos hoy, requiere innovarse, es decir, de que actuemos con mayor consciencia responsable. Poco a poco alteramos los roles de papá y mamá, con ello la triste realidad nos muestra un incremento en la ausencia del padre durante la formación de los hijos. Cuando un hombre intima con una mujer por cualquier motivo que sea y como consecuencia de esa unión es concebida una nueva vida, surge un contrato eterno con la existencia misma. Sin embargo en la actualidad transitamos en un mundo distinto a este ideal. El número de mujeres que asumen la educación de sus hijos de manera monoparental va en aumento y con ello las infortunadas consecuencias sociales e individuales al crecer los hijos con un padre ausente. “Los hijos necesitan tanto a papá como a mamá” Esta lamentable situación surge de varias formas: la madre que fue abandonada con su bebé, es una madre soltera; la madre que enviudó, es una madre soltera; la madre que se divorcia, es una madre soltera; el padre que poco asiste o que simplemente se va, la vuelve una madre soltera; la mujer que tiene un marido que está sin estar, es una madre soltera. A estas mujeres les agradezco su entrega y reconozco su labor de intentar ser padre y madre, pero ¿qué crees? no es suficiente sólo con la mamá. Los niños requieren del compromiso responsable tanto del hombre como de la mujer. La identificación con una figura masculina es indispensable, y de nuevo otro “pero”… lo ideal es que esa identificación se tenga con un ser masculino honorable e integro, no solamente un hombre biológico. Ser papá implica más que engendrar, más que proveer materialmente, más que un apellido ¡Para ser papá hay que ser valiente! Si, así como lo digo: “valiente”, para quedarse en consciencia, estar presente no sólo físicamente, sino escuchando a los hijos, aconsejando, disciplinando con amor, haciendo a un lado las presiones del trabajo, abrazando, motivando, jugando, suministrando los medios para darles las mejores oportunidades, construyendo la autoestima y la fe de cada uno de sus hijos. Respetando a la madre, tratándola con cariño, siendo fiel, honesto, trabajador, congruente e integro. A las hijas mostrándoles su valor como mujeres, su derecho a ser respetadas y protegidas; a los hijos con el ejemplo de cómo ser un hombre honorable. Y aquí es muy importante subrayar que sólo con el ejemplo se educa realmente, pues “si no haces como dices”, no te sorprendas cuando en sus ojos veas miedo, rebeldía o decepción, ya que nadie puede respetar la hipocresía, la incongruencia. La contundencia de las estadísticas nos obligan a hacer un alto: los hijos que crecen con un padre ausente tienen mayor predisposición a destruir su propia vida; tienden a delinquir, a abandonar los estudios, a buscar algo o alguien que llene el vacio de ese padre que no estuvo o que estuvo sin estar, pues la guía de un padre es tan importante como los cuidados de mamá. La ausencia del padre crea huellas de abandono en los hijos, huellas que les acompañaran durante su vida. La ausencia del padre es origen del tambaleante bienestar de los niños. También es un factor crucial para comprender la crisis actual de la familia. Tony Anatrella, experto en psiquiatría social y consultor del Consejo Pontificio para la Familia, en su libro “La Diferencia Prohibida”, nos explica que la figura del padre es necesaria para el desarrollo psicológico equilibrado de los hijos. El padre es el mediador entre el niño y la realidad; permite al hijo tomar iniciativas. Gracias a la figura del padre, el bebé aprende a diferenciarse de la madre y a adquirir autonomía psíquica. El niño descubre que él no hace la ley, sino que existe una ley fuera de él. Quizás nosotras, las mujeres, por tradición heredada recibimos lo mismo que estamos dando, tal vez simplemente sin notarlo nos dejamos llevar por la inercia del entorno y se nos olvidó… se nos olvidó a las mujeres educar a nuestros hijos como hombres honorables. Aunque doloroso, es importante que reflexionemos sobre nuestro actuar como mujeres, como madres y nos demos cuenta de que nosotras también somos responsables del alejamiento del hombre. Es momento de innovar el concepto actual de paternidad, las mujeres tenemos la opción de reconocer la importancia de la cercanía del papá para nuestros hijos, respetar su espacio y agradecerles que estén. Los hombres pueden elegir comprometerse con “todo su ser” sin temer el trato profundo y comprometido con su mujer e hijos, y que esta elección la tomen por gusto propio de ser un hombre íntegro, un padre presente. Proclamemos que padre y madre son necesarios, que ninguno es más que el otro, que ninguno de ellos es permutable o canjeable por el otro. Valiente es el hombre que se asume como padre más allá del engendrar y, en coparticipación con una mujer, dar la vida a un bebé. Cada uno en su buen lugar; co-crear juntos, hombre y mujer, la vida misma, desde su concepción hasta la emancipación de los hijos adultos íntegros y capacitados para formar su propia familia con alegría y estabilidad. ¿Qué taller, libro, reflexión, plática, orientación debemos valientes optar para crecer? Estoy a tu servicio cuando así lo requieras para terapia individual, para enviarte el calendario de talleres y eventos o simplemente para charlar en: innovemosalgoya@gmail.com, ingenieriamkt@gmail.com o en: http://www.facebook.com/MARITAGP , MEGP *Terapeuta y consultor en desarrollo humano Recomendaciones sobre el tema: Película: “Reto de Valientes (Courageous)” 2011. Libro: “”Necesito A Papá” Ofelia Perez, Ed. Casa Creación. |