A veces en la vida hay algo que no nos parece correcto de otro individuo, ya sea de nuestra familia, una persona allegada, conocida o que se nos cruzó por el camino. Independientemente del lazo que nos una, hay algo en su hacer y en su decir o no decir, que nos incomoda sobremanera, y ese, queridos amigos, es el primer paso de las exigencias que causan los conflictos y desacuerdos, que como una bola de nieve sin control que rueda ladera abajo, detiene su caída cuando choca y se desintegra; me refiero desde un conflicto familiar doloroso, como hasta las guerras y la muerte. Reflexionemos: Si yo demando en el otro que su hacer se ajuste a lo que yo considero correcto, adecuado, justo o normal, sin siquiera detenerme y colocarme en sus zapatos, se detona un enojo activo o pasivo en esa persona. Si no soporto que sean diferentes y eso me molesta también, es el camino más corto para llegar a la discusión, la pelea, la incomunicación. Simplemente reaccionamos desde nuestras creencias arraigadas y creamos un conflicto entre dos bandos; para pelear, dos son suficientes. Todos, en algún momento sentimos que tenemos la verdad absoluta de nuestro lado y nos cuesta mucho aceptar que podemos estar en un error; deliberemos sobre esas convicciones, las que un día fueron adecuadas en alguna situación de nuestra vida. Veamos que si aún las usamos es porque las consideramos correctas, que en el pasado nos ayudaron a obtener resultados agradables y algún tipo de beneficio positivo para nosotros. En la experiencia pasada, les asignamos un valor de triunfo o logro, y a partir de ahí las convertimos en un hábito fijo de nuestro pensar y hacer. ¿Será que lo mismo que me favoreció a los 18 o a los 8 años hoy es idéntico? ¿Puedo considerar resolver las situaciones de distinta manera, sabiendo que cada día soy un nuevo yo? ¿Estoy y quiero estar capacitado para honrar la experiencia y aprendizaje? ¿Puedo atreverme a ser adulto e imperfecto? Quizás sea conveniente y tiempo ya de revisar nuestros paradigmas. Está más que probado que cuando intentamos imponerle a otro nuestro pensar, nada bueno resulta; que hacerlo así, por la fuerza, el chantaje o la imposición, nos puede llevar a un altercado que lastima las relaciones, desvanece el respeto y lacera la dignidad de ambas partes en conflicto. ¿No es mejor propiciar disertaciones amorosas, acuerdos favorables para las dos partes? En lo personal, prefiero ser feliz que tener la razón. ¿Por qué me cuesta tanto admitir que las personas no sean como yo? ¿Por qué me es importante que nadie haga lo contrario o cuestione mi actuar? ¿Por qué me cuesta aceptar que los demás sean diferentes? Tal vez sea que todo aquello que desconozco me causa temor. Innovemos la manera de afrontar lo desigual. Te invito a la fiesta del “Cuestionarnos a nosotros mismos”. ¿Qué tanto hay de cierto cuando se dice que en la imposición no cabe el diálogo, que es así como nos apartamos del respeto? Somos tan soberbios, que demandamos a cualquier precio un respeto hacia nosotros, uno que ni nos tenemos y mucho menos otorgamos a los que son diferentes. Si en vez de combatir, aceptamos que los otros hagan y piensen lo que quieran, aun cuando puedan estar en un error, entonces estamos abriendo la puerta del diálogo, del amar al prójimo como a nosotros mismos. Segura estoy que a veces tenemos la razón y que otras no. Sé que lo que en la otra persona a mí me molesta, puede ser al espejo de lo que no puedo aceptar de mí. Asusta aceptarse imperfecta, paraliza creer que por no ser 100 por ciento “buena”, no soy digna de ser amada; este es el meollo del porqué demando en otros que sean como yo: es el miedo a no pertenecer. Dicen por ahí: “Lo que te choca, te checa”. Al escuchar y aceptar al otro cómo podemos iniciar a comunicarnos en respeto y libertad, aprenderíamos de los demás y quizás cultiven algo nuevo y favorable de nosotros, con amor y sin lastimarnos. “Una de las formas más proactivas para manejar las discusiones o desacuerdos es tomar un respiro y preguntarte: ¿Qué está tratando de enseñarme esta situación? Los conflictos ocurren por una sola razón: Existe una lección que ambas partes tienen que aprender”: Yehuda Berg. (Innovemos Algo ¡Ya!, M.E.G.P., Diario de Colima, 23 de junio de 2013) |
Acompañamos a hombres y mujeres en terapia privada o de grupo que buscan acomodar sus asuntos no entendidos, sanar sus huellas de abandono, vencer las barreras de sus creencias limitantes y hacer las paces con su niño interno. La terapia es un medio eficaz para construir una vida adulta sana, en paz y con dignidad. Quien hace terapia y busca ayuda, toma el control real de su vida. Pésaj está a tu servicio, buscanos en: ingenieriamkt@gmail.com (312) 161 2630 Tel. o al 3121557328 cel.
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